sábado, 3 de marzo de 2012

EL RETO DE LA LECTURA EN NUESTRO PAIS

LECTURA EN LA FAMILIA, o Cómo hacer que su niño lea, Señora



“Enseñarle un libro a un peruano es cómo enseñarle la cruz a Drácula” (Poeta de la calle)

“La educación de los hijos debe empezar veinte años antes que estos nazcan.” (Napoleón)

“… lo que determina en gran medida la vida de los seres humanos es el peso de las palabras o el peso de su ausencia.” (Michèle Petit, especialista internacional en lectura)

Todo el lío alrededor de los textos escolares y los costos de la Educación en el Perú ha calateado tanto la desesperación de las familias por ubicar social y económicamente a sus vástagos, como la inanidad del servicio educativo que se recibe, pagado o público. Una arista de este tema se relaciona con la lectura. Muchos papis y mamis traen una preocupación mayor, cotidiana y muchas veces desesperante, que es básicamente cómo hacemos que el muchacho o muchacha de miércoles lea y estudie.

Lectura y Nutrición


Es aquí donde se observan algunas cuestiones sobre las que quisiera echar un poquito de luz, la que pueda. Señora, si usted empieza a preocuparse de que su hijo lea a los siete, ocho, nueve o diez años, usted ya fue. Sus estrategias tendrán que ser muy otras que las que voy a proponer, porque usted dejó pasar el tiempo. Claro, los hijos pequeños se tienen por lo general cuando uno es más o menos joven y bobo. Es decir, cuando uno mismo no ha cuajado y cree aún que las cosas pasan solas. En Educación, como en todo, nada pasa si nada se hace. Y eso significa que si eres reciente papi o mami, empieza a preocuparte AHORA. No se trata de que te comas la publicidad que te presenta niños disfrazados de toga y birrete, cargados por babeantes papis jóvenes con caras de imbécil, que te jura y rejura que tu hijo dejará a Einstein como zapatilla si le das un cierto tipo de leche enriquecida. Puedes inyectársela intravenosa si quieres, y lo máximo que pasará es que el chico subirá de peso y será algo más saludable. Lo que malo no es, por más que será a un costo exorbitante que saldrá de tu bolsillo.



Lectura y Autonomía

Lo primero en todo este asunto es que tu hijo sea él mismo, no una prolongación tuya. Vale decir se trata de desarrollarlo como un ser humano autónomo. Y eso tiene un motivo obvio: Tú no estarás siempre, tú no lo cuidarás siempre, para bien y para mal ese mocosito/a crecerá y te retará algún día, caminará con sus pies y comerá con su manito. Más vale que sepa hacerlo bien.  Tú no vas a leer por él / ella, lo tendrán que hacer por sí mismo. Es decir, hay que formar la autonomía. Esto, que es más obvio que los agujeros de las orejas, choca con la sobreprotección que mamis y papis le acuerdan a sus criaturitas de porcelana, a los que cuidan cómo si fueran a quebrarse si los exponen a la realidad. Pero la autonomía no puede fomentarse sin correr riesgos, sin que los muchachos y muchachas de miércoles se caigan y se den coscorrones. Riesgos inteligentes, avisados y calculados, claro, tampoco se trata de irse al otro lado. Pero la autonomía significa que vuestra criaturita debe llegar a enfrentar el mundo y la sociedad él solito, con confianza en sus propios medios y con confianza en su propio cuerpo. Lo que hay que hacer con los niños es aprestarlos sin correteaderas. Cuando son bebés deben estar expuestos a las influencias del exterior. Los bebés son curiosos por naturaleza y les encanta emplear sus sentidos. Dejo a los psicólogos del desarrollo el detalle de sus etapas, y recomiendo a papis y mamis que los lean, que hay muchos y muy buenos. La cosa es que los niños y niñas son esponjitas que usan sus sentidos y captan todo, aquí, ahora, y a velocidad de auto de carreras. Nunca hay suficiente cuidado para elegir las influencias que se desea tengan nuestros bebés y niños. No es fácil y es cada vez más caro, pero nada sustituye la supervisión familiar. El objetivo es que el bebé haga las cosas por sí mismo. Naturalmente a su ritmo, pues, señora.

Leer cómo habilidad

Esto del gusto por la lectura es relativo. Recojo aquí ciertas ideas de la especialista Michèle Petit. Leer puede ser muy pesado, y no necesariamente te va a gustar siempre. Se supone que la vaina empieza con el gusto derivado del leer, del placer que proporciona. Repito, esto es relativo. Si haces que tus monstruitos se familiaricen con la letra escrita, pues les gustará la letra escrita, pero no de arranque por la letra escrita, sino por lo que transporta. Contar cuentos e historias es muy bonito y a las criaturas les fascina. Por eso se pegan a la televisión, y por eso los juegos de video presentan historias que contextúan el juego mismo. El tema es que ver tele o jugar con las pantallas no crea habilidades lectoras, sino otras muy distintas. No es que sean negativas, simplemente no son habilidades lectoras. Lo que joroba la paciencia es que hay que darse el tiempo para contarles historias a los niños y niñas en vez de ver la cuarta temporada de la serie de moda. Y además hay que leerles con el libro abierto delante. Porque ellos, que son aprendices mucho más eficientes que nosotros, rápidamente asocian e imitan. Y como asocian las historias fascinantes que les cuentan con sus soportes, es decir con los libros, pues solitos y a su tiempo se acercarán a ellos a buscar esas maravillas, más aún si tienen figuritas y muchísimos colores y diseños. E imitan al papi o mami que lee, claro, si es que leen por su cuenta y sin ocultar que están leyendo. La vida familiar muchas veces puede consistir en sentarse en una sala – lugar más o menos abandonado en muchas familias – y cada cual hacer lo suyo: Los niños jugar, los papás leer y escuchar música o a veces incluso trabajar. E interactuar.
  

Palabra mágica: Interactuar

La discusión acerca de la dicotomía Cantidad / Calidad del tiempo dedicado a los hijos es muy relativa. Las dificultades inherentes al ganarse la vida limitan la cantidad de tiempo disponible, y se pretende que esto se sustituya por “calidad” de tiempo. Hay algo de cierto en ello, si bien muchas veces los más empingorotados especialistas están en figuritas para explicar cómo se fabrica un tiempo de calidad. Yo tengo mi palabrita mágica para exorcizar al monstruo: Interactuar.

Un tiempo de calidad implica Interactuar. Y eso significa exactamente lo que dice: Estar juntos, no yuxtapuestos como extraños, sino haciendo cosas juntos. Estas cosas pueden ser por separado, en donde cada cual hace lo suyo e interactúa de cuando en vez. No hay reglas acá sino ser quien se es. No hay un “deber ser”. Si te provoca alzar al mocoso y comértelo a besos, hazlo. Además, si uno está ahí, le provoca hacerlo. No te aguantes si te provoca, pero fingir tampoco es gracia, los niños se dan cuenta cuando eres hipócrita. Además no todos los días estás de humor, pero tienes que recordar que el adulto eres tú, y tu responsabilidad sigue allí. Pero relájate, varón, mujer. Vive tu familia. Tampoco se trata que seas quien no eres, lo que cuenta mucho cuando se es “papá sustituto” (padrastro, tío, abuelo, pareja de la mamá, etcétera), y sobre todo cuando hay “papá oficial” más o menos ausente, con el que no se trata de competir.  Estos períodos de estar juntos sin objetivo común fijo son necesarios desde todo punto de vista. Los niños se acostumbran a vernos ahí, haciendo lo nuestro autónomamente, y de eso se trata, que no dependan emocionalmente de nosotros. Como son grandes imitadores, harán lo que nosotros. Mira qué tal  poder el que tenemos.

Otra forma de interacción es lo que llamo - con otros - los “tiempos fuertes”. Tal vez a esto se refieran los especialistas que hablan de tiempo de calidad. Puede haberlos de muchos tipos. La cosa es estar juntos haciendo algo. Pongamos algunos ejemplos: Imagínate que te levantas media hora antes, cuando no hay tanto carro en la calle y sacas a pasear a tu monstruito, mejor aún si al parque, por el puro prurito de respirar el aire en la mañana, y porque mirar árboles y verde es relajante y bonito. Los fines de semana ciertos papás se tiran el presupuesto familiar llevando a los hijos a ciertos happenings. Nada malo en sí mismo, si tienes la plata. Pero hacer las labores juntos tiene a mi ver más gracia. Y la señora, además, lo agradecerá, pero no le destrocen el establecimiento: Ayuden con el desayuno del domingo; la labor de la cocina; la limpieza de la casa; el hacer ejercicio por el puro vacilón de hacerlo; escuchar música, bailar y cantar – de paso a la señora eso le suele gustar; el salir a ver la puesta del sol, si la tienes al alcance por supuesto; incluso ver la serie de televisión preferida. Todo tiene sentido cuando están todos juntos haciéndolo. Claro, hay actividades que son mejores que otras, ahí lo dejo a tu criterio, a tu modo de ser y el de tu gente.     

Interactuar leyendo, o leer interactuando

Entre los posibles tiempos fuertes están los tiempos de leer. Ya el simple hecho de estar juntos relajadamente un cierto espacio de tiempo suele convertir espontáneamente y con rapidez los tiempos “sin objetivo fijo” en “tiempos fuertes”. Con el tiempo los tiempos se fabrican solos, si estás relajado y no tratas de corretear a tus monstruitos. Eso sólo sirve para transmitirles tu tensión y estrés. Estoy seguro que tienes cosas mejores que pasarle a tus mocosos. Tratemos de pensar en “tiempos fuertes lectores”.

 
La lectura accesible

El placer de leer no se crea con frustraciones. Es un primer paso, pero aunque sin él no se lee, no basta. Frustrar la lectura es escandalosamente fácil. Receta para no leer: Textos farragosos y complejos convertidos en una obligación penosa, con vocabulario complicado y sintaxis difícil, sin figuras, sin historias, sin juegos de palabras, no hay nada mejor para marchar en vivo y en directo hacia el aburrimiento y el fracaso. La dificultad está en el crítico período del aprendizaje de la decodificación, que coincide con la Educación Inicial. No hay reglas generales para esto, depende del ritmo de cada persona, pues que la lectura es una actividad personalísima. Pero en términos generales, si no has aprestado a tus hijos en un vocabulario relativamente complejo, pues la decodificación se convertirá en algo demasiado complejo y frustrante para ser abordado, y tu mocoso, que es cualquier cosa menos idiota, no hará lo que le cueste demasiado hacer. Como tú, ni más ni menos. Menos mal, el secreto no es tan complejo de captar.

Los cuentos infantiles poseen muchas virtudes. Aunque hay miles de versiones de cada cuál – debo haber visto unas cien o más de la Cenicienta – en general tienden a cuidar la complejidad del vocabulario. Claro, las ediciones responden a públicos muy específicos, casi siempre españoles o argentinos o mexicanos. Pero eso no es tan malo, aunque estas poblaciones – en realidad todas ellas – están por encima de nosotros en comprensión lectora. El hecho es que arrancar por ahí tiene mucho sentido, sean cuentos de autores antiguos o nuevos. Siguen siendo historias con trama e interés propio. Yo mismo me he sorprendido continuando la lectura de ciertas historias, con mis propios monstruitos largamente dormidos. Por cierto, es buen momento para introducir cuentos e historias de origen nacional y con tramas de todos tipos y calibres. No hay necesidad de experimentar, los cuentos para niños son para niños, y por lo general los autores saben lo que hacen. No hay necesidad de “proteger” a los niños, aunque nos parezca que algunos cuentos sean bien dramáticos y traigan contenidos que nos afecten personalmente. Pienso en historias como “La Niña de los Fósforos”, de dramático final; o en ciertos cuentos quechuas de aparecidos, realmente de susto, recopilados por José María Arguedas. Si te parece que algo es demasiado para tu monstruito, pues nárralo de otro modo, de todos modos, cuando lo lea por sí mismo enfrentará esas realidades. Y estarás ahí para ayudar.

Los temores de los niños pueden y deben ser exorcizados. Hay cuentos e historias que producen vergüenzas o miedos, análogos completamente a los de la vida real, que tus mocosos no diferencian, pues para ellos todo es “real”. Que consigan separar paulatinamente la fantasía de la realidad es, precisamente, pelota que está en tu cancha, y acabo de mostrarte una manera de trabajarla. El peor enemigo de los niños es el miedo irreal, sin objetivo y sin posibilidad de control. Que consigan superar sus naturales temores es parte de la adaptación al mundo natural y a la sociedad.

Qué da la lectura

La lectura proporciona mundos. Nada menos.  No solamente el macrocosmos “real” en el que vivimos, nos movemos y existimos, sino también el microcosmos, el mundo que tenemos dentro y que a veces compensa la chatura de nuestra vida cotidiana y hace que la vida sea un bien precioso, bien digno de ser experimentado. Una de las lecturas para niños que me parece de mayor efectividad para leerla con los mocosos son las fábulas. Se diferencian de los cuentos “normales” en que presentan no un ser sino un “deber ser”. La formación de valores suele ser importante para la vida social, pero a la vez existe inevitablemente ligado a todo deber-ser la confrontación con el ser.  El mundo puede necesitar de paz, pero hay guerras. La sociedad necesita de gente honrada, pero lo cierto es que existe una desenfrenada carrera codiciosa. Decir la verdad es bueno, pero la gente miente. Estas contradicciones sociales crean conflictos en las mentes infantiles desde temprano, normalmente antes que los papis y mamis nos demos cuenta. Esopo, Iriarte, Samaniego y demás fabulistas lo sabían, y trataban de presentar modelos de acción práctica, para que este mundo no nos coja desprevenidos en su dura realidad. Es así que a los temas de decodificación y comprensión lectora empezamos a añadir funciones intelectivas más altas, las que vehiculan los juicios morales.

Colofón

No se aprende principalmente a leer para divertirse, aunque divertirse sea importante. No se lee para ser una enciclopedia ambulante, ni para regodearse, ni siquiera para aprender a hacer juicios morales; por más importante que sea desarrollar funciones intelectuales y éticas para la feroz lucha por la vida. Se aprende a leer para incorporar el Mundo al propio lenguaje, para ser plenamente humano y autónomo. El peso de la palabra o de su ausencia estará encima de nosotros toda nuestra vida.  Te apropias del mundo y eres un protagonista en él si hablas tu propia palabra, no si te dejas pronunciar por otros. Y punto por hoy.
Es decir, tu hijo no será lector porque le des suplementos nutricionales. Claro que no sobran, pero una dieta adecuada debería ser, y por lo general es, más que suficiente. No me deja de sorprender tanto la necesidad de los papis y mamis noveles de sentir que hacen algo – probable reflejo de un sentimiento culposo – como que los oligopolios de la alimentación exploten sin misericordia este sentimiento. Los suplementos, entiendo tal vez exageradamente, son como la sopita de enfermo: Para enfermitos. Adquirir las necesarias grasas, proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales se puede lograr formando adecuados hábitos alimentarios. Tener hijos es una buena oportunidad para ordenarse y considerar la familia como un todo. Los adultos de la familia deben hablar de este y otros temas, que siempre es mejor tomar decisiones sensatas antes que dejarse llevar por la culpa de “trabajar demasiado” o de “no tener tiempo”. Además, sentirse culpable de ganarse la vida para sí y para la familia es, perdónenme mis lectores, de lo más bobo. La familia tiene que adaptarse al ritmo de la realidad, no al revés. Claro, hay que meter neuronas para contrarrestar las malas influencias sociales y hacerse cargo. Pero siempre hay un cómo.     

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